Intimidad

Según la RAE

Intimidad.

1. f. Amistad íntima

2. f. Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia.

Hoy me voy a meter en harina hasta el corvejón que hay cosas que me queman los entresijos de tal manera que no hay Almax que me aplaque los ardores.
He buscado la definición de intimidad porque hace ya tiempo que tanto yo, como otros 10.000 millones de habitantes que tiene el planeta, hemos perdido la noción de lo que es la intimidad.
Hablo de la intimidad como ese mágico momento de conexión con otra persona. Ese acontecimiento milagroso, escaso y fugaz que se construye a diferentes niveles y que implica complejos mecanismos de nuestro cuerpo y nuestra mente.
En mi concepto de intimidad, el sexo es secundario porque, aunque la conexión física es primordial, los niveles más profundos son, al fin y al cabo, los que nos entrelazan con más o menos fuerza.

La intimidad la experimenté una noche viendo la tele con mi mejor amigo, estábamos ahí, nadie hablaba, solo había compañía mutua y comprensión en el ambiente.


Mi perro cuando ocasionalmente se sube a mi cama, y escala desde los pies hasta que su hocico queda cerca de mi mano para olerme mientras se queda dormido. Eso es intimidad.


Un choque de miradas a través de una habitación abarrotada de gente, una sonrisa y unas palabras, me dieron una chispa breve que, aunque luego se esfumó, me conectó a ese alguien un instante pleno de emociones.


La llamada de mi madre, su voz y sus consejos, me hunden en un mar de vínculos eternos y duraderos en el que solo estamos la madre y el bebé que fui en su vientre.


La intimidad no es un reino exclusivo de la persona con la que te acuestas. La mayoría de las veces, por no decir todas, trasciende de lo físico.
He tenido relaciones largas que carecían de intimidad, romances pasajeros que me devolvieron la fe en esa magia frugal y defiendo la intimidad insondable de momentos cotidianos con personas que se alejan por completo de lo que todos relacionamos con ese sentimiento.
Estoy cansada de ver cómo la gente busca esa chispa mágica con la misma velocidad a la que viaja la luz. Quieren tenerte, poseerte y desecharte en un simple parpadeo. Son conexiones de mentira, intimidades de palo. El alma se me hiela al ver esas miradas contrariadas cuando expreso mi necesidad de tiempo para conocer a alguien, confiar, conectar, tender los puentes que crean lo que todos anhelamos.

Los años nos traicionan. Nos volvemos incoherentes pero exigentes, se nos deshace la vida en pelear batallas perdidas mientras las victorias reales se pasean delante de nuestras narices sin verlas.


Tengo miedo del miedo de los otros. Aunque mi mundo se construye con sólidos pilares y se quién soy, qué quiero y cómo conseguirlo,...¿cómo protegerse del miedo de los otros? Pues aunque cuesta admitirlo, con muros terribles que alejan esa intimidad deseada, fortalecen el perímetro de ese universo privado. Así que cuando miramos más allá, nos damos cuenta de que somos nuestros propios enemigos y nos preguntamos si fue primero el huevo, o la gallina. ¿Es culpa de los demás o es mía?.


Si tienes la fortuna de descubrir esta intimidad que nos arropa el alma y puedes entrelazar unas manos cálidas, saborear mil besos, derretirte en caricias, hablar con la mirada y tocar con las palabras,...no mires atrás, salta el muro y fúndete con ese alguien como si no hubiera un mañana porque es un milagro que según pasan los años, se hace más escaso.

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