Él, robot




Qué friki soy y qué feliz me hace serlo. 

Mi vida la comparo, a veces, con el séptimo arte, buscando paralelismos con escenas, guiones o personajes. Y en esas estaba cuando me di cuenta de que mi historia tenía ese tinte futurista y apocalíptico. Hablando de la dantesca ruptura con una amiga todo cobró sentido en mi cabeza. Un robot. Claro, cómo no lo vi antes. 
En mi caso, el argumento parte de un humano que se convierte en robot casi por arte de magia. Podría ser un juguete perfecto para las próximas navidades, como el chisme ese, el hoverboard, que es la quintaesencia del riesgo y que todos los niños querían estos pasados reyes. 

Mi humano era perfecto y yo, pues fíjate tú, vivía a caballo entre la gloria y la duda. Porque ya sabéis amigos/as, la perfección dura lo que yo te diga y no pierdas el hilo, que la hostia no la ves venir. Un poco como en Juego de Tronos, que quien menos te esperas se muere o lo asesinan vilmente. 
 
Pues me vino la hostia a la mexicana, impulsada por un espécimen masculino con software de autómata. Si, tú, que en algún momento en que recuperes la humanidad, leerás esto y te inflarás de ira porque sabes que es por ti. 

Pues en esa perfección cuqui de cuento,  yo con mis dudas y todo, caí rendida a la evidencia de que palabras y actos podían ir de la mano y no tenía motivos para imaginar un futuro taaaaan oscuro. Burló las barreras y se coló en mi corazón. Zas, en toda la boca. 
Pero este muchacho tuvo que irse a trabajar lejos por un periodo ínfimo, una gota de tiempo, que bien llevado es una tontería alterarse por ello...y cuál es mi sorpresa, oh!! Qué mi perfecto humano se transforma en un ser carente de emociones, de sentimientos, anhelos y detalles. 
Y yo, evidentemente, me quedo helada, estupefacta, contrita, asqueada, frustrada y un sinfín de palabros y sinónimos a granel. Todo cabe para describir ese momento inesperado a la par que surrealista. 
En mi universo caótico actual, Don Perfecto que me llamaba diosa (así, gratuitamente) era como una hoguera cálida y segura que ahuyentaba el frío, y qué problemón Mari, cuando resulta que este chico es el frío hecho persona. 
Se acaba el romanticismo, la comunicación, las sonrisas, los detalles, las promesas, el nosotros...se acaba hasta lo básico, el tuétano del amor: la pasión. Porque Don Perfecto se ha transformado en una creación loca de Asimov y el amor no le deja trabajar, le resta energía y capacidad a su mente y con una velocidad pasmosa, se extirpa el corazón y la empatía para meterlas en una caja y alcanzar logros profesionales sin lo irracional rondando cerca. 
Y yo, pues mira, no. 
Aguanté lo justo para decir "lo intenté todo" pero es que a mí los humanos que desconectan áreas cerebrales a discreción, pues no. Porque me abruma y me aterroriza, me inquieta y me asusta. Y que no, coño, que no es lo mío, ni lo de cualquier persona empática que se precie, joderrrr. 

Y en mi desconcierto, trato de entender, de hallar respuestas y un orden, pero eso ha sido calificado de presión y agresividad por este acólito que protege las leyes de la robótica. 
Pues si, querido mío, soy una mujer absurda que en poco más de mes y medio de historia de amor no entiende el cambio radical de su pareja y trata de encontrarle un sentido, de entenderlo y tratar de buscar una solución.  
Estoy loca de atar, sí, y la ironía que tanto molesta, me posee porque claro, la violencia queda descartada. 
La clave para Robocop era que mi "continua" queja desapareciera. Porque claro, somos incompatibles. Él necesita más memoria RAM y una recarga de batería y yo, algo estúpido y terciario, casi bovino, eso que llaman a grandes rasgos, amor. Y un robot no puede amar...ni sonreír en cuatro meses.
Al final sin tener culpa de nada, la tengo toda. Ya se encargó él de deslizarlo en los motivos del "hasta aquí llegué" en el mismo sitio, tres meses después de vivir el flechazo el día que nos conocimos. 
En mi vida tomé decisiones y ordené prioridades: sentir y vivir como cúspide de la pirámide. Mi gente, lo siguiente y la salud y el trabajo inmediatamente después. 
Mi NS-5 o Sonny* particular, escogió sus prioridades y mientras va engordando su CV y su ego allende los mares, le culpo de hacerme creer que su faceta humana podía amar en cualquier circunstancia y no, no querido mío, tú solo te amas a ti y a tú fantástica montaña rusa ciclotímica y taradita. Y es que es contigo o contra ti. O te adaptas chata, o te piras. Un todo o nada, donde lo que se ofrece como premio dista mucho de ser objeto de mis desvelos. Y repito, no. Conmigo, así, no. 
Y donde viste agresividad, autómata de mis entretelas, es más un tener el culo pelado y unos ovarios como pelotas de fútbol que, entre otras cosas, me libran de personajes variopintos. Como tú, por ejemplo.
Cada vez mi sentido arácnido se activa antes y yo estoy intensamente agradecida a mi amiga la decepción por aparecer siempre en el momento oportuno para que no malgaste mi energía ni mi tiempo. 

Para todo lo demás, un psicólogo (regularmente) y un psiquiatra (puntualmente) con la medicación apropiada, hacen maravillas para transformar humanos que se creen robots en personas normales y corrientes, de esas que sienten. 

Conclusión: Hay quien es veneno y hay quien es canela, darling. Y no hace falta que te diga quién es quién, que Los Chunguitos te lo explican.







*Referencia al robot protagonista de la película Yo, Robot.


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