Estrellas fugaces




Hoy dejo esta reflexión más personal y tal vez, menos humorística que la media de mis artículos en mi blog. Pero no está mal ponerse un poco serio y profundo de cuando en cuando.

En este firmamento de personas que conformamos la humanidad a veces suceden esos milagros que, no por ser efímeros, son menos importantes.

¿Sabes cuando estás ahí en un bar y conoces a un chaval majísimo, que no está borracho y le encantas y te encanta? ¿Sabes cuando vas en el metro y ese chico atractivo te mira con desparpajo y te sonríe? ¿Te acuerdas de la sensación que te dejó esa conversación interesantísima que tuviste con aquel muchacho de Tinder hasta las cinco de la mañana y que te hizo sonreír hasta mientras dormías? ¿Aquel beso apasionado de despedida una noche, en aquel concierto?....estrellas fugaces.

Encontramos gente que nos hace sentir cosas geniales, sonreír hasta que duelen las mejillas, nos entregan parte de sí mismas en un espacio muy corto de tiempo para transformarnos, para dejarnos su huella, para que no perdamos la fe en las personas y en las emociones.

Esos encuentros fortuitos muchas veces nos frustran y nos dejan devastados porque nuestra mente proyecta e imagina qué hubiese sido si tal cosa o tal otra hubiese pasado o no. No es la manera. Créeme.
Son como los Mary Poppins de los sentimientos: Llegan, hacen su magia y se marchan a otros lugares, tal vez, a hacer felices a otras personas.

Dice el refrán que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y ahí la sabiduría popular no se equivoca, doy fe.

Son píldoras de energía, son espacios de tiempo en los que todo encaja sin razón aparente. En su naturaleza aleatoria radica la magia.

Déjalo que te invada y si ha de marcharse, que se marche.

Todo esto forma parte de un proceso de pura supervivencia. Sin esos destellos maravillosos caeríamos en la tristeza como quien cae en un pozo. Otra cosa es que estemos buscando la estrella polar como un faro en la noche y no seamos capaces de percibir la belleza de esos meteoros diminutos y volátiles, demasiado obsesionados con nuestro objetivo como para dejarnos impresionar por cosas tan pequeñas y temporales.

Quizás lleguen y te acaricien el alma con las puntas de los dedos sobre un colchón de verde césped, o te hablen en otro idioma entre risas. Puede que te los encuentres perdidos en una barra de bar o en una fría aplicación de móvil. Tal vez en la tienda de la esquina, en un tren o en un concierto.

Mira al cielo. Están ahí.

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