Solteradas (Primera entrega del coleccionable)



Hay hombres a los que se les ve venir incluso antes de que pronuncien ni una sola palabra. 

Las fotos dicen tanto. Las frases escuetas vuelcan tanta información. 
Ahí están sus cuatro imágenes con sonrisa perfecta, de traje, en la piscina luciendo bíceps pero de manera sutil, la del baño, casual...
Su ego se manifiesta milimétricamente en cada foto y su carácter se filtra por los píxeles. 

Me saluda y me dice que está en el gym y que luego hablamos. 
Ahí estará él, sonriéndole a sus bíceps mientras su aplicación echa fuego.

- Otro.- me digo cansada. 
Pierdo el interés casi por completo de un plumazo. Un vigoréxico del montón, bañándose en testosterona cinco veces por semana y cincelándose el músculo...
Cuando me escribe yo ya estoy en brazos de un ser mucho más interesante. Morpheo no va al gym, gracias al cielo. 

A la mañana siguiente me da los buenos días y en dos frases me pide el teléfono argumentando que odia los chats y que la app va muy mal, aparte...¿¿cómo vamos a intercambiar fotos, insensata??.

Me sigue confirmando lo que pienso en la raíz de mi ser: Un fanático del físico al que le aterroriza que esté gorda. 
Termino cediendo no sin antes decirle que me parecen ridículos sus motivos. El funcionamiento del juego está claro, decir que odias el juego en sí mismo, es bastante absurdo. 

Se compromete a llamarme a la tarde.
Sorprendentemente lo hace. Pero, se le agota la batería de camino...a donde: Al gym. 
Tercera alarma.
Le bromeo sobre si es vigoréxico. Me confirma que si, que es adicto al deporte y a estar en forma. Yo ya le advierto que no hago mucho deporte y me dice que tengo muchos puntos menos, pero bueno...
No sé si reírme o bloquearle directamente. Opto por decirle que él ha perdido enteros al confesarme su vigorexia y aquí sigo. 

Mi interés por el nuevo catálogo de Ikea reposando sobre la mesa del salón crece exponencialmente ante esa declaración. 

Me pide fotos. Como no?
Le digo que ya tengo muchas en mi perfil que en tal caso debería ser él el que enviara alguna. 

No tarda ni dos segundos en enviarme dos instantáneas auto disparadas sin camiseta, marcando, media sonrisita, bien "sexy". Son las que tiene en su carrete para toda su horda de seguidoras ansiosas por su turgente carne desnuda. Siento asco cuando me doy cuenta de que las ha recortado estratégicamente para que no se le vea la virilidad colgandera o la erección mañanera que estaban inicialmente en la foto. Yo no soy ese tipo de público. Por ahora.
Vomitar sería lo mejor en este caso. 

Hay que fijarse en la parte inferior de la fotografía.

Hay que observar el pijama que se ha quitado velozmente en el respaldo de la silla para mostrar todo su esplendor varonil.

"Se nota que te encantas" le digo. Él responde con una línea interminable de ja, puntos suspensivos y un sí que suena rotundo en mi cabeza. "Es el tipo de foto que demanda la gente por aquí". Quiero arrancarme los ojos y dejar de leer tremendas sandeces. 

"Yo no soy gente, ojalá lo entiendas pronto" le contesto impaciente. 

Las bolsas para reciclaje Östrom a 2,59 € me parecen una ganga. Tengo que pasarme por Ikea definitivamente. 

Ante este panorama decido tomar la estrategia que me implique el menor esfuerzo. 
Le envío un par de fotos mías recientes y solo destaca mi altura. 

Blanco y en botella. 

Voy a por la estocada final con la verdad más absoluta, esa de que soy una MUJER con mayúsculas, que se cuida pero tiene unas curvas envidiables que la plebe enferma del deporte se atreve a llamar "no estar en forma" o en el peor de los casos "gordura". 
 
Tras ese momento clave...llega la sentencia mientras alcanzo la sección de dormitorios. (¡¡Qué fundas nórdicas tan bonicas, po favóoooo!!) 

"No te voy a engañar, a mí las mujeres me gustan que estén en forma".

¡NOOOOOO! ¿EN SERIO?. Quién lo diría, lumbreras. Me dejas ojiplática ante tan sorprendente revelación.

"Y a mí me gustan grandes" le hubiese contestado parafraseando a aquella sabía mujer del anuncio del Jes-Extender. Ahora me pregunto por qué no lo hice. ¡¡Mierda!!

Me abstuve, claro, y le deseé suerte con los palos de fregona del gimnasio. 
Esas mujeres duras como mármol de Carrara, sin "asideros del amor" que diría mi profesor de salsa. Quién les vería en esas citas repletitas de acelgas hervidas y pollo insípido a la plancha, para más tarde admirarse la tableta de chocolate en sesiones infinitas de sexo aeróbico en series de veinte con treinta segundos de descanso. 

Ciao. 

Le bloqueo. 

Es así como funciona el juego. 

Desolador. 


P.S.: Para el que sienta la duda, sí son las fotos reales del susodicho que ha inspirado el primer capítulo de Solteradas.

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